Desarrollo
– Maestro, vengo a usted porque estoy desesperado.
Todo me sale mal y no sé qué hacer para salir adelante.
El sabio le contestó:
– Puedo ayudarte con esto.
¿Sabes remar?
Un poco confundido, el hombre contestó que sí.
Entonces el maestro le acompañó hasta un lago.
Juntos subieron a un bote y el sabio le dijo al hombre que remase hasta el
centro del lago.
– ¿Va a explicarme ahora como mejorar mi vida?, dijo
el hombre, advirtiendo que el anciano gozaba del viaje sin más preocupaciones.
Al llegar al centro exacto del lago, el maestro le
dijo:
– Acerca tu cara al agua y dime qué ves.
El hombre
se asomó por encima del pequeño bote y, tratando de no perder el equilibrio,
acercó su rostro todo lo que pudo.
De
repente, el anciano le empujó y cayó al agua. Al intentar salir, el anciano le
sujetó impidiendo que subiera a la superficie. Desesperado, el joven manoteó,
pataleó, gritó inútilmente bajo el agua. Cuando estaba casi ahogado, el sabio
soltó y le permitió subir.
Una
vez en el bote, entre toses y ahogos, el hombre gritó.
– ¿Está
usted loco? ¿No se da cuenta, casi me ahoga?
Con el rostro tranquilo, el
maestro le preguntó:
– Cuando
estabas bajo el agua, ¿qué era lo que más deseabas?
– ¡Respirar, por supuesto!
– Bien,
pues cuando luches para salir adelante con la misma vehemencia con la que
luchabas por respirar, entonces estarás preparado para triunfar.
Extraído del
libro Aplícate el cuento.
Jaume Soler y Mercé Conangla (Ed. Amat)