Desarrollo
Una historia
china habla de un anciano labrador que tenía un viejo caballo blanco para
cultivar sus campos. Un día, el caballo escapó a las montañas. Cuando los
vecinos del anciano labrador se acercaron para apiadarse de él y lamentar su
desgracia, el labrador les replico:
"Ni
buena suerte, ni mala suerte, yo tenía un caballo y un día se escapó a las
montañas".
Transcurrieron unos días, y una soleada
mañana, cuando el hombre salió de su casa, se encontró con que en la puerta no
sólo estaba su caballo blanco, sino que había traido otro con él. Vinieron a
verlo los vecinos y le dijeron.
¡Qué buena suerte la tuya! no sólo has
recuperado tu caballo blanco, sino que ahora tiene dos. El anciano le
respondió:
"Ni buena
suerte, ni mala suerte, yo tenía un caballo que se escapó y ha regresado con
otro"
Al disponer de dos caballos, ahora
podía salir a montar con su hijo. A menudo padre e hijo galopaban uno junto al
otro, pero he aquí que un día el hijo se cayó y se fracturó una pierna. Cuando
los vecinos vinieron a ver al hombre, comentaron:
"¡Qué mala suerte! si no
hubiera venido ese segundo caballo, tu hijo estaría bien." El labrador les contestó:
"¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¿Quién
sabe? Nos hemos encontrado un caballo, mi hijo se ha montado en él, se ha caído
y se ha roto una pierna".
Pasaron un par de semanas. Estalló la
guerra. Todos los jóvenes del pueblo fueron movilizados, menos el muchacho que
tenía la pierna fracturada. Los vecinos vinieron a visitar al hombre, y
exclamaron:
"¡Qué buena suerte la tuya!, tu hijo se ha librado de la
guerra." El padre les dijo:
"Ni buena
suerte, ni mala suerte, yo tenía un caballo blanco, se fue a la montaña y
regresó con otro, mi hijo se montó en él, se cayó y se ha roto la pierna. Ha
estallado una guerra y no ha podido ser movilizado."