Desarrollo
Había
una vez un reino un Primer Ministro que
tenía muy buena reputación y hacía muy bien su trabajo, pero un día empezaron a
sospechar de él.
Algunas personas de la Corte le
acusaban de robar al Rey porque le habían espiado por las noches cuando subía y
se encerraba en su habitación.
El Rey no daba crédito a estas palabras que le
contaban y no quería creerlas porque confiaba plenamente en su Primer Ministro.
Al final le insistieron tanto que el Rey decidió comprobarlo personalmente.
Un día espero pacientemente a que
llegara la noche y comprobó que, tal y como le habían contado, su Primer
Ministro, cada noche, cerraba la puerta de la habitación con llave.
El Rey, muy extrañado, subió a la
habitación y golpeó la puerta varias veces, en espera de repuesta.
-¡Abre la
puerta! - dijo el
Rey.
El Ministro abrió la puerta y
sorprendido, le dijo:
-
Majestad, ¡cuánto honor que venga a verme! ¿qué es lo que desea?
El
Rey vio un cofre en el interior de
la habitación y le dijo:
-
¡Ábrelo!
- Majestad, lo que hay en el interior del cofre no
merece su atención, no tiene ningún valor ni es digno de que lo veáis.
El Rey
insistió y entonces el Primer Ministro abrió el cofre y dentro se
encontró con un montón de harapos y ropa viejas.
- ¿Esto qué es...?
El Primer Ministro de forma pausada le
contestó:
- Majestad, el primer día que me puse a
su servicio llevaba esta ropa y tiene un gran valor para mi. Todas las noches
subo a esta habitación, abro el cofre y lo contemplo, para recordar quién era
yo antes de ponerme a su servicio. Ahora que tengo trajes nuevos y lujosos, me
gusta subir a esta habitación, mirar mis antiguas ropas y así, sin confundirme, recordar quien soy yo
realmente.