Desarrollo
Las estrellas
del firmamento celebraban su Asamblea anual.
Cada una de ellas sacó a relucir sus
propios méritos en la creación y en vida del hombre.
La estrella
Polar demostró cómo ayudaba a los hombres a fijar el norte de sus caminos y
de sus mapas.
El sol
describió el calor y la luz que hacía llegar a la Tierra.
Una
estrella poco conocida reveló que ella fue la que confirmó la teoría de
Einstein y otras estrellas mencionaron los nombres que habían hecho famosos y
los descubrimientos a que habían dado lugar.
Todas
tenían algo que decir y rivalizaban en fama y esplendor.
Sólo
una pequeña estrella, remota y escondida permanecía callada.
No
se le ocurría que decir. Cuando le llegó el turno y tuvo que hablar, confesó
que ella nada había hecho por le cosmos y que los hombres de la Tierra ni
siqueira la conocían, pues aún no la habían descubierto.
Las
demás estrellas se rieron de ella y la tacharon de inútil e indigna de ocupar
un sitio en el firmamento. ¿De qué sirve una estrella que ni siquiera se sabe
que existe?
La
pequeña estrella escuchaba los reproches, y al final dijo: “¿quién sabe? A lo
mejor yo también estoy contribuyendo, a mi manera, al progreso y el bienestar
de los hombres en la Tierra. Es verdad que no me conocen, pero ellos saben que
para explicar el curso de otras estrellas tiene que haber todavía alguna otra
estrella que con su atracción gravitatoria explique las desviaciones en los
caminos de las demás".
Las otras estrellas se callaron y
añadió algo que hizo pensar a todas; "yo no quiero anteponerme a nadie, y
todas tenéis mucho mérito con lo que habéis hecho pero creo que yo también
estoy prestando a la Tierra un servicio importante: saber que aún les queda algo por descubrir".
Extraído de "Salió el Sembrador..."
Carlos
G. Vallés