Desarrollo
Érase una vez dos dioses, un dios y una diosa, que iban de viaje
volando por el cielo. Por el camino vieron a una familia con aspecto de muy
pobres. La familia estaba formada por una mujer, el marido y un hijo. Iban muy
mal vestidos, llevaban un burro y con aspecto de no tener mucho dinero.
La diosa, al verlos, sintió lástima, y enseguida le dijo al dios:
“Míralos, no te da pena esta pobre gente. Tú que eres tan poderoso
podías hacer algo por ellos. ¿Por qué no les concedes un deseo?.
El dios respondió: “Mira, están vivos. Tienen dos manos, dos piernas,
dos ojos, dos orejas. Físicamente no les pasa nada. Están bien. Por otro lado,
tenemos muy poco tiempo porque vamos de viaje y tenemos el tiempo justo. No
podemos entretenernos”.
Pero la diosa no se quedó conforme e insistió: “Si solo es un
momentito. Con tu poder puedes conseguir lo que quieras”.
Al final el dios cedió y bajaron los dos a la tierra. Se acercó a la
familia y el dios le dijo: “Bueno, os voy a conceder un deseo a cada uno de vosotros.
Pero daros prisa porque no tengo tiempo que perder, porque vamos de viaje y
tenemos que irnos pronto. Empezaré por ti, le dijo a la mujer. ¿Qué deseas?”.
La mujer le dijo: “Quiero convertirme en la mujer más hermosa, con un
buen tipo, elegante. Que sea la mujer más deseada del mundo”. El dios le dijo:
“Está hecho”. Hizo chascar la mano, y ¡zas! Y la convirtió en una mujer
guapísima. La mujer se miró en el espejo y cuando vio lo guapa que estaba se
dijo a sí misma, que como una mujer tan guapa como ella iba a estar con un
hombre tan feo como su marido. La verdad es que su marido era un hombre normal,
ni guapo ni feo, más bien bajito y delgaducho.
El marido se puso muy contento de tener una mujer tan guapa a su lado y
estar casado con ella.
Así, cada uno estaba con sus cavilaciones, cuando de repente apareció
un rey que iba a caballo. Al ver a la mujer, ni corto ni perezoso la subió al
caballo, la montó a la grupa y se la llevó al galope.
La mujer era feliz. Se pensó que era como una reina, que iba a entrar a
formar parte de la aristocracia, a vivir con toda clase de lujos y a rodearse
de gente guapa, elegante e importante. Que nunca le iba a faltar de nada.
El marido estaba muy enfadado. Se decía: “Fíjate que ingrata, me casé
con ella por lástima y ahora me traiciona y se va con otro”.
Llegó el turno de que le pidiera al dios su deseo y entonces el marido
le dijo: “Quiero que mi mujer se convierta en un cerdo”.
El dios hizo ¡zas! y la mujer se convirtió en un cerdo. ¡Imaginaros a
la mujer convertida en cerdo montada en la grupa del caballo!
El rey iba todo feliz pensando en la boda con esa mujer tan hermosa que
llevaba detrás, cuando se dio la vuelta para verla otra vez la cara, y se
encuentra con que lo que lleva es un cerdo. Le dio un empujón y le tiró del
caballo. Entonces la mujer bella-cerdo, se fue a cuatro patas hasta que se
encontró con su familia otra vez.
Finalmente, solo faltaba de pedir un deseo el hijo. Cuando el dios le
preguntó qué quería él, contestó lleno de tristeza. “Mira la que has liado. Mi
padre está enfadado y cabreado, mi madre está convertida en un cerdo y yo estoy
hecho un desgraciado con la familia que tengo. Así que, mi deseo es que te
olvides de nosotros y nos dejes como estábamos antes de que tú vinieras. Que
volvamos a ser como éramos antes”.
Así lo hizo el dios, les dejó como estaban antes de su llegada.